+ 15 mayo + Matilda +

* Día Internacional de la Familia *




Matilda

Año: 1996. Duración: 98'. Edad: 7. Dirección: Danny De Vito. Intérpretes: Mara Wilson (Matilda), Danny De Vito (padre), Embeth Davidtz (Srta. Honey).

Argumento

Basada en el libro homónimo de Roald Dahl.
Matilda es una niña extremadamente curiosa e inteligente. Todo lo contrario que sus padres, ignorantes y maleducados. En la escuela, un lugar horrible, la única esperanza de Matilda es su profesora, que se dará cuenta del potencial intelectual de la niña y de los poderes que ha desarrollado.

Fragmento

(8 min./00:38-08-57; DVD: cap.1)
Matilda nace y crece en  una familia que no se ocupa de ella.

Para iniciar el debate

¿Qué ocurre en este fragmento?
¿Cuál es la reacción del padre al nacer Matilda?
¿Cuidan a la niña?
¿Le dan de comer?
¿La llevan a la escuela?
¿Qué tal se lleva con su hermano?
¿Por qué le gusta tanto leer?
¿Qué diferencia a Matilda del resto de su familia?

Guía para el debate

  • Día Internacional de la Familia (15 mayo). Proclamado por la Asamblea General de la ONU en 1993.
Antes de la proyección
  • Vocabulario y localización espacial.
Después de la proyección
  • Preguntas para iniciar el debate.


Texto del fragmento

Todo el mundo nace. Pero no todo el mundo nace igual. Hay quien nace para carnicero, o panadero, o cerero. Algunos solamente servirían para hacer ensalada de tapioca. Pero, de una manera u otra, cada ser humano es único. Para bien o para mal. La mayoría de padres creen que sus hijos son las criaturas más bonitas que adornan el planeta. Otros reaccionan de forma menos emocional.
—¡Una pérdida de tiempo!
—¡Y qué doloroso!
—¡Y carísimo! 9.95 por una pastilla de jabón.
—Comprenderás que tenía que ducharme, Harry.
—¿5.000 dólares? ¡No los pagaré! ¿Qué harán? ¿Embargarnos a la niña?
—Por aquí no hay salida.
—Da media vuelta.
—¡Harry!
—¡Los Wormwood han vuelto!
Harry y Zinnia Wormwood vivían en un barrio muy agradable, en una casa muy agradable, pero ellos no eran personas muy agradables.
—¡Fuera de la calle, pedazo de inútiles!
Los Wormwood estaban tan inmersos en su estúpida vida que apenas se daban cuenta que tenían una hija. Y si le hubieran prestado un poco de atención habrían advertido que era una niña bastante extraordinaria.
—¡Por Dios, Matilda! ¡Mira lo que has hecho!
La llamaron Matilda.
—Las espinacas son para comer. ¡Niños! Sería mejor cultivar tomates.
Al cumplir los dos años, Matilda ya había aprendido lo que la mayoría de gente aprende a los treinta: cuidar de sí misma. Con el transcurso del tiempo, desarrolló un estilo propio. Todas las mañanas el hermano mayor de Matilda, Michael, se iba al instituto; su padre, se iba a trabajar vendiendo coches usados a un precio injusto; y su madre se iba a jugar al bingo.
—Hay sopa en la cocina. Si tienes hambre, caliéntatela.
—Matilda se quedaba sola… y eso le gustaba.
Al cumplir los cuatro años, Matilda ya se había leído todas las revistas de la casa. Una noche se armó de valor y pidió a su padre algo que deseaba desesperadamente.
—¿Un libro? ¿Para qué quieres un libro?
—Para leer.
—¿Leer? ¿Para qué quieres leer si tienes un televisor delante de tus narices? Un libro no te dará nada que no pueda darte antes un televisor.
—¡Quítate de en medio!
Matilda ya sabía que, de algún modo, era distinta a su familia. Comprendió que todo lo que necesitara en la vida tendría que conseguirlo por sí misma.
—¡Adiós!
—¡Ciao! Hay palitos de pescado en el microondas.
A la mañana siguiente, cuando sus padres se hubieron marchado, Matilda se puso a la busca de un libro.
—Biblioteca Pública. ¿Los libros infantiles, por favor?
—Los encontrarás en esa sala de ahí. ¿Quieres que te elija uno que tenga muchos dibujos?
—No, gracias. Puedo arreglarme por mí misma.
A partir de entonces, todos los días, en cuanto su madre se iba al bingo, Matilda caminaba diez manzanas hasta la biblioteca y devoraba un libro tras otro. Cuando terminó de leer todos los libros infantiles, empezó a rondar en busca de alguna otra cosa. La señora Phelps, que había estado observándola con fascinación durante las últimas semanas, ofreció a Matilda valiosa información bibliotecaria.
—Claro, pequeña. Teniendo un carnet de la biblioteca podrías llevarte los libros a casa. Así no tendrías que venir hasta aquí todos los días. Podrías llevarte los que más te gustaran.
—Eso sería maravilloso.
De ese modo la poderosa mente de Matilda continuó creciendo, nutrida por las ideas de todos los autores que habían lanzado sus libros al mundo como  barcos a la mar. Aquellos libros dieron a Matilda un mensaje esperanzador y reconfortante: no estaba sola.
—¿Ha llegado algún paquete? ¿De dónde ha salido todo esto?
—De la biblioteca.
¿De la biblioteca? Tú no has puesto los pies en ninguna. Sólo tienes cuatro años.
—Seis y medio.
—Tienes cuatro.
—¡Seis y medio!
—Si tuvieras seis y medio ya irías al colegio.
—Quiero ir al colegio. Ya te lo dije. Tenía que haber empezado el colegio en septiembre. Pero no me escuchas.
—¡Levántate! ¡Levántate! ¡Ven aquí! ¡Dame ese libro! Querida tartita, ¿qué edad tiene Matilda?
—Cuatro años.
—¡Tengo seis y medio, mamá!
—¡Quedemos en cinco!
—Cumplí seis en agosto.
—No seas mentirosa.
—Quiero ir al colegio.
—¡Al colegio! ¡Eso es imposible! ¿Quién estaría aquí para recibir paquetes? No podemos dejar paquetes valiosos delante de la puerta. ¡Anda, ve a ver la tele como una niña buena!
—Sabes, pastelillo mío, a veces creo que a esa niña le falta una tuerca.
—¿A mí me lo cuentas?
—¡Eh, caraboba! ¿Te gustan los Max Mallows? Pues toma Max Mallows, ¡caraboba!
A veces Matilda echaba de menos a algún amigo, alguien como los héroes y heroínas de sus libros. Pero pensó que, al igual que los dragones parlantes y
las princesas con el pelo tan largo que se podía trepar por él, tales personas tal vez sólo existan en los libros de cuentos. Pero Matilda estaba a punto de descubrir que ella podía ser su propia amiga, que tenía una fuerza de la que ni siquiera era consciente.

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