+ 8 marzo + Las mujeres de verdad tienen curvas +

* Día Internacional de la Mujer *




Las mujeres de verdad tienen curvas

Año: 2002. Duración: 90'. Edad: A. Dirección: Patricia Cardoso. Intérpretes: America Ferrera (Ana), Lupe Ontiveros (Carmen), Ingrid Oliu (Estela).

Argumento

Ana, una adolescente méxico-americana, vive en la comunidad hispana del Este de Los Angeles. Al acabar el instituto su profesor le sugiere que solicite una beca para estudiar en la Universidad de Columbia. Pero sus tradicionales padres piensan que no es tiempo para estudiar, sino para ayudar a su familia. Dividida entre sus ambiciones personales y su tradición cultural, accede a trabajar con su madre en la fábrica de costura de su hermana.

Fragmento

(6 min./1:04:53-1:11:10; DVD:cap.7)
Empujadas por el calor que hace en el taller, las mujeres se ponen cómodas.

Para iniciar el debate

¿Qué ocurre en este fragmento?
¿En qué chocan las convicciones de Ana y las de su madre?
¿Qué quiere decir Ana con la frase: "Yo soy mucho más que mi peso"?
¿Por qué el resto de trabajadoras hace lo mismo que Ana?
¿Cuáles son las condiciones de trabajo del taller?
¿Cuál es la valoración social de la apariencia física d eun hombre y la de un a mujer?
¿Cuál es el modelo de belleza femenina en el mundo occidental?

Guía para el debate

  • Día Internacional de la Mujer (8 marzo). Se convocó por primera vez en 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza para conmemorar la lucha de la mujer por la igualdad de derechos con el hombre.
Antes de la proyección
  • Vocabulario y localización espacial.
Después de la proyección
  • Preguntas para iniciar el debate
Actividades paralelas
  • Trabajar la dieta mediterránea.


Texto del fragmento
—Mamá te ha dicho que nada de azúcar. ¿Por qué estas comiendo un pudding?
—Porqué es un antojo.
—No estás embarazada, mamá.
—Está bien, no estoy embarazada. He empezado a vivir el cambio de vida. Se acabó. Ya no soy una mujer.
—¡Mamá, mamá!
—Abuela es lo que, debería ser a mi edad. Sabes, Ana. No eres fea. Si perdieras peso...
—¡Déjalo ya!
— ...serías preciosa.
—¡Para ya!
—Tu también estás gorda. ¿Por qué debería hacerte caso?
—Ana, no te comas el pudding.
—¡Ah, este es precioso!
—¡Oh, apesta! Madre mía, ¿quién se ha echado un pedo?
—El que primero lo huele, debajo lo tiene.
—Ana, no malgastes el agua destilada, es muy cara.
—¡Ay, Estela, vamos! Hace mucho calor aquí. En serio esto parece el infierno.
—15, 16…
—¿Cuántos nos faltan para terminar?
—18.
—Sólo 18.
—¡Que alivio que ya casi hayamos terminado!
—Ana, ¿qué estás haciendo?
—Mamá, vamos, hace calor y con el vapor estoy sudando como una cerda.
—Nosotras también sudamos y no nos quitamos la ropa.
—¿Por qué no? Todas somos mujeres y tenemos las mismas cosas.
—Ana, póntela.
—Estela, Rosalie, Pancha, por favor. No tenéis calor con tanta ropa. Estoy pegajosa.
—¿No te da vergüenza?
—¿De qué?
—Mírate, estás horrible.
—Mamá, me gusto como soy.
—Bien dicho, hermana.
—¿Y tú? Las dos deberías perder peso. Estaríais mucho mejor sin toda esa grasa.
—¡Ay, Doña Carmen! Ana y Estela son preciosas tal como son.
—¡Gracias, Pancha! ¿No te da vergüenza?
—Mamá, tú estás como nosotras.
—Sí, pero estoy casada.
—¿Ah, es por eso? Debo ser atractiva para así poder pescar a un hombre.
—Ana, mira como hablas. Aprende ahora o acabarás como Estela…
—Mamá, yo quiero perder peso. Pero una parte de mí no quiere porque mi peso le dice a todo el mundo: ¡qué os jodan!
—¡Ave María, pero qué boca!
—Mamá, cómo se atreve alguien a decirme que aspecto debo tener, cómo debo ir, cuando yo soy muchísimo más que mi peso.
—¡Qué tiene de malo querer estar delgada?
—Rosalie, no lo entiendes.
—Bueno. Yo quiero que me respeten por lo que pienso, no por mi aspecto.
—Exactamente. Gracias.
—Y si no piensas en nada
—¡Ay, Rosalie!
—¡Ay, yo parezco una vaca!
—¡Rosalie, cállate! ¡Levántate! ¡Mírate! Si tú eres una vaca, yo soy un hipopótamo.
—Y yo un elefante.
—Y yo una orca. Vamos Rosalie, estás tan delgada en comparación con todas nosotras.
—No, no es cierto. Mirad que caderas tan gordas. Y la celulitis.
—¿Quieres ver celulitis? Vale, muy bien. Tú empezaste.
—¡Ana!
—Esto... grasa... celulitis. Esto es celulitis.
—Disculpen, señoras!
—¡Estela!
—¡Esto es celulitis!
—No, Estela, no esta tan mal.
—Pero si no tienes nada.
—No lo entiendes. Yo tengo todas estas estrías en los brazos y en el pecho. ¡Mirad!
—Eso no es nada cariño. Quieres ver estrías, aquí tienes. Yo tengo estrías que van del Norte al Sur.
—¡Señoras, señoras! Ahora os voy a enseñar mis estrías.
—¡Pancha!
—De Este a Oeste.
—Pero, ¡es que os habéis vuelto locas!
—Señoras, pero mirad lo preciosas que somos.
—Y lo bien que nos sentimos, verdad. Quitarnos la ropa y dejar que todo cuelgue. Señoras, tenemos trabajo que hacer.
—A quien le importa nuestro aspecto cuando nadie nos mira.
—Mamá, ¿no tienes calor?
—¡Déjame!
—¿De qué es esta cicatriz?
—¿Ésta? Esta eres tú.
—Es muy grande.
—Sí.
—Mírate. Miraos todas vosotras.
—Eso es lo que somos mamá. Mujeres de verdad.
—¡Desvergonzadas!
—Ay, doña Carmen.
—Pancha, déjala ir. ¡Adiós, mamá, adiós, doña Carmen! Mujeres, vamos a terminar el pedido.

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