+ 17 octubre + Los santos inocentes +

* Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza *




Los santos inocentes

Año: 1984. Duración: 107'. Edad: 13. Dirección: Mario Camus. Intérpretes: Alfredo Landa (Paco el Bajo), Paco Rabal (Azarías), Juan Diego (Señorito Iván), Terele Pávez (Régula).

Argumento

Basada en la novela homónima de Miguel Delibes.
Años sesenta en la Extremadura profunda. En el lujoso cortijo de unos ricos terratenientes sirve la familia de Paco el Bajo, que vive apartada en una casucha miserable de la finca. La mujer de Paco se llama Régula, y carga con una hija enferma deforme y psíquicamente discapacitada, al igual que su hermano Azarías. Ellos son los criados de los señoritos: no tienen apenas derechos y han de cargar con todo sin rechistar si no quieren ser despedidos, hecho que ellos ven como algo normal y hasta lógico.

Fragmento

(8 min./44:50-52:40; DVD:cap.6/7)
Visita de la marquesa a la finca.

Para iniciar el debate

¿Qué ocurre en este fragmento?
¿Qué quiere decirle Régula a su hija con "oír, ver y callar"?
¿Sobre qué les pregunta la marquesa a cada uno de sus sirvientes?
¿Qué propone la marquesa hacer con el hermano de Régula?
¿Qué reacción tiene la hija de la marquesa al conocer a la hija de Régula?
¿Qué es la exclusión social?

Guía para el debate

  • Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza (17 octubre). Aprobado por la Asamblea General de la ONU en 1992.
Antes de la proyección
  • Vocabulario y localización espacial.
Después de la proyección
  • Preguntas para iniciar el debate.


Texto del fragmento
—La señora marquesa llegará a mediodía. ¡Que esté todo listo! Mi mujer ha vuelto a sentirse indispuesta, así que tendréis que hacerlo vosotras solas.
—Buena armaron anoche. Él le quiso pegar con la fusta y ella le dijo: “Si me pegas con ese chisme, ya me puedes echar los galgos”.
—A ti esos pleitos ni te van ni te vienen. Tú ya lo sabes: oír, ver y callar.
—¿Dónde te has metido?
—Tu hermano volvió a aliviarse.
—¿Dónde?
—Ahí.
—No mires.
—¡Virgen Santa!
—¡Hola, que tal!
—¡El anillo! ¡El anillo! ¿Todo bien por aquí?
—Sí, muy bien.
—Señora marquesa.
—¡Hola, Purita!
—¡Carlos Alberto! Antes de nada, visitaremos la capilla. ¿Ha venido el músico?
—Sí, señora marquesa.
—¿Cómo está la familia, Facundo?
—Con salud, señora, gracias a Dios.
—¿Ha aumentado?
—Este año Dios no lo quiso señora. Seguimos con los ocho.
—Que sean nueve! Facundo, que sean nueve. ¡Dios lo querrá! Ten confianza. ¿Y los puercos, se están criando bien?
—Desde la peste aquélla no hemos tenido más problemas, señora. Gracias a Dios.
—No me iré del cortijo sin verlos. Y a los niños. Ahora, toma, para que celebréis en casa mi visita. Y ahora hay una sorpresa.
—¡Niño! Por la Primera Comunión de mi nieto.
—¡Gracias!
—Señora Marquesa.
—Me alegra que estés de vuelta en el cortijo, Régula. Nos tenías muy abandonados allá en la raya. ¿Y tu marido?
—De caza, con el señorito Iván. Para no perder la costumbre.
—Son inseparables, ¿verdad? Pues coge tú también lo que le corresponde a tu marido. Para que celebréis en casa mi visita.
—¡Gracias, señora Marquesa! ¡Niño, no puedes estar atento!
—¿De dónde has sacado esa alhaja?
—Es la hija de Paco el Bajo, la menor. Purita la desasnó en cuatro semanas. Es muy espabilada.
—Miriam, te has fijado en esa muchacha.
—Para mí gusto, una pizca de más de aquí. Pero no está mal.
—Puliéndola un poco, haría una buena primera doncella. Perdone, Purita. Estamos conspirando contra usted.
—¿Por qué señora Marquesa?
—Estamos hablando de la chica.
—Por favor, señora Marquesa, usted dispone de su gente.
—Ese corral, Régula. Huele demasiado mal.
—A mandar, que para eso estamos.
—A ti no te conozco. ¿De quién eres tú?
—Mi hermano es. ¡Ponte de pie, hombre!
—¿De dónde lo sacaste?
—Andaba en la jara. Lo despidieron.
—¿No estaría mejor en un centro benéfico?
—Mientras yo viva, un hijo de mi madre no morirá en un asilo.
—Después de todo, mamá, ¿qué mal hace aquí? El cortijo es grande.
—Le abono los geranios todas las mañanas.
—¡Eso está muy bien!
—Y a la anochecida salgo a la sierra a correr el cárabo, pa’ que no se meta en el cortijo.
—Correr el cárabo, ¿de qué está hablando?
—El Azarías no es malo, señora. Sólo una miaja inocente.
—Y ahora, ando criando una milana.
—Yo creo que hace bastantes cosas, ¿no te parece?
—Venga a ver la milana, señorita.
—No me esperes, mamá. Subo enseguida.
—Recoge eso. Luego se pierden las cosas.
—¿No entiende que es bonita?
—¿Qué es eso?
—La niña chica es.
—¿Y una niña puede gritar así?
—¡Miriam!
—¡Dios mío!
—Te estoy esperando.
—Perdone.

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