+ 21 marzo + Perro blanco +

* Día Internacional para la Eliminación de
la Discriminación Racial *




Perro blanco

Año: 1982. Duración: 89'. Edad: 13. Dirección. Samuel Fuller. Intérpretes: Kristy MacNichol (Julie Sawyer), Paul Winfield (Keys), Burl Ives (Carruthers).

Argumento

Al volver del rodaje de una película, una joven actriz atropella a un perro pastor alemán de pelaje blanco. Inmediatamente lo lleva a un veterinario para que le cure las heridas y coloca anuncios para localizar al dueño. Como nadie lo reclama, se queda con él, pero un día ataca sin motivo a una mujer negra. Entonces la joven descubre, horrorizada, que el perro está adiestrado para atacar a personas de color.

Fragmento

(6 min./28:55-35:02; DVD:cap.4)
Julie descubre que su perro ha sido entrenado para atacar a personas negras.

Para iniciar el debate

¿Qué ocurre en este fragmento?
¿Qué tipo de personas entrenan a un perro para que se convierta en un "perro blanco"?
¿Por qué Carruthers no quiere reeducar al perro?
¿Qué razones aducen los racistas para su odio a las personas que no son como ellos?
¿Cuáles son los racismos cotidianos que vivimos?
¿Por qué las personas racistas niegan serlo?

Guía para el debate

  • Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial (21 marzo). La Asamblea General de la ONU lo proclamó en 1966. Recuerda la matanza de Sharperville (Sudáfrica) en 1960 de la policía sudafricana contra manifestantes que protestaban por la política de "apartheid".
Antes de la proyección
  • Vocabulario y localización espacial.
Después de la proyección
  • Preguntas para iniciar el debate.
Actividades paralelas
  • Trabajar sobre la responsabilidad de tener un animal de compañía.


Texto del fragmento
—¡Adiós, tengo otra llamada!
—El Arca de Noé. Carruthers al habla. Hola, señor Kellow, ¿qué le hace falta?
¡Está abierto, pase!
¡Ah, es imposible! El señor Keys está agobiado. Está domando una nueva remesa. Está trabajando con los leopardos para dos películas. Y está domesticando a cuatro chimpancés para una serie de televisión.
¡Siéntese, preciosa, está usted en su casa!
Lo único que puedo hacer por usted es enviarle a otro de nuestros hombres para que el tigre se siente en un automóvil con una chica en bikini y que no le muerda sus partes más favorecidas. Tarifa semanal. ¡Adiós!
Bueno, que clase de animal desea alquilar usted. ¡Para qué es? Cine, televisión, publicidad,... Le diré que tengo el mejor gorila de la profesión. Hace documentales.
—Tengo un problema.
—¿Usted tiene un problema? No me hable de problemas. ¡Ése, ése es el enemigo! Más de cuarenta años adiestrando animales para el cine y ahora nos relegan a un segundo plano detrás de una lata con luces rojas centelleantes. ¿Es usted casada?
—No.
—¿Tiene hijos?
—No.
—Cuando los tenga y cumplan los veinticinco años ya no quedarán animales.
—Señor Carruthers.
—Vio usted por casualidad aquella película, “True Grit”. Recuerda cuando Duke mete la mano en el pozo de serpientes. ¡Ésta era la mano que lo hizo! La mano que ayudó a Duke a ganar su Oscar.
—De verdad que tengo un problema.
—La escucho.
—Me gustaría adiestrarlo o, mejor, reeducarlo. De modo que pierda su ferocidad.
—¿Es un perro de ataque?
—Sí.
—Un amigo mío tuvo un pastor alemán como éste. Hace ocho años. Vivía con él, dormía con él, cazaba y pescaba con él, amaba a su perro. Y un día éste salto sobre él y le arrancó la yugular. Era un viejo perro de ataque.
—¿Puede hacer algo por él?
—No, no puedo.
—¿Por qué no?
—Nadie puede reeducar a un viejo perro.
—Tiene que haber un sitio. Alguien que pueda hacerlo. Y no me diga que usted no lo sabe.
—Sí, hay alguien.
—¿Quién?
—Bueno, oí hablar de él hace años. No recuerdo ni su nombre. Probablemente haya muerto.
—Ya no sé a quién acudir. Si usted no le ayuda acabarán matándole.
—Y con razón. Créame, lo mejor que puede hacer con él es llevarlo cuanto antes a una perrera. Con ese perro fuera de circulación mucha gente dormirá mejor esta noche. Nada puedo hacer por un perro de ataque enloquecido. De verdad que lo siento.
—¡Éste no es un perro de ataque! ¡Es un perro blanco!
—Claro que es un perro blanco.
—No me refiero a su color. Es un perro entrenado para matar a negros.
—¡Qué locura! No puedo creerlo.
—¡Cómo que no puede usted creerlo! ¿Ve usted esta cicatriz, señorita? ¿La ve usted bien? Pues me la hicieron cuando tenía catorce años, me la hizo un perro blanco.
—Voy a llamar a la policía. Voy a decirles que aquí hay un maldito perro blanco.
—Joe, olvídate de la policía y al resto de los hombres diles que no es más que un perro de ataque. ¿Entendido?
—Keys, si te ocupas de este maldito asesino, ¡me largo!
—No puedes hacer eso. No tienes tiempo.
—Tómate cinco semanas, Joe. Si en ese tiempo no lo domo, lo mataré.







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